domingo, 21 de diciembre de 2014

Cuando te des cuenta

¡Hey! ¿Qué tal el sábado? ¿Bien? ¿Seguro? Me alegro ^^ Estoy preparando varias entradas que pronto estarán por el blog, pero de momento me dejo caer por aquí para compartir con vosotros otro pequeño relato que escribí hace mucho, mucho, mucho tiempo. No tiene casi nada de sentido pero, quien sabe, quizá alguien se lo encuentre ;) ¡Besos y a leer!

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CUANDO TE DES CUENTA




Llegará un día en tu vida en el que sonrías sin poder evitarlo. Cuando llegue ese momento, recuérdalo. Porque es entonces cuando lo comprendes, y es también en ese momento todo cambia. Cuando te das cuenta de que el gris es en realidad un blanco roto y que el blanco no es otra cosa que la unión de todos los colores. En ese momento el mundo cambiará de tono, y tú cambiarás con él. Tu respiración y los latidos de tu corazón se volverán poderosos y con mucho, más audibles que el viento y las campanadas.

Y verás más allá del color de esos ojos azules suyos. Ya no serán azules para ti. Donde antes estaban esos ojos que habías catalogado como azules, verás la base del color del más profundo de los mares o del más radiante de los cielos, y por encima las superficiales pinceladas de un tono más claro, casi celeste. Y descubrirás esa chispa encendida de la que tanto hablan los escritores enamorados: Esa luz cristalina y pura que se esconde en el centro de las pupilas y que irradia claridad por los bordes. Sí, en ese momento comenzarás a entender a que se refiere la gente cuando dice que los ojos son el espejo del alma. Y al observar detenidamente sus ojos te darás cuenta de la cantidad de problemas que podrían traerte. Pero sorprendentemente te dará igual.

Cuando te des cuenta, el tono de la piel se volverá más claro y más limpio, imperfectamente perfecto e irremediablemente hermoso. Las molestas pecas se volverán más que eso, se volverán las salpicaduras de un pintor incomprendido y furioso, que con rabia ha estropeado su lienzo. Pero siempre con ese aire solemne y de grandeza que caracteriza su pintura. Y sus pecas te parecerán preciosas, el defecto más bonito que pudieras imaginar.

En ese momento, todo se volverá más grande: Sus dientes serán más blancos, su pelo será más negro… Aumentará hasta la magnitud del aire que respiras, que teñido de un violeta invisible hará que todo lo veas más lúcido. Quizá te dará la impresión de dormirte cuando en realidad nunca has estado más despierto. Todo lo que creías blanco, explotará en un sinfín de nuevos colores hasta ahora desconocidos, brillantes, armoniosos. Tu burbuja de ingravidez explotará, y no conseguirás explicarte como has podido estar tan ciego.

Cuando te des cuenta, justo en ese momento y en solo una fracción de segundo, descubrirás que el universo y todo lo que lo compone, no era como tú creías verlo. Ya nunca será igual. Que todo ha merecido la pena, y que siempre merecerá la pena.

Pero en realidad no será el mundo, serás tú quien ha cambiado. Levantarás la cabeza y volverás a mirarle, con los ojos muy abiertos. Y los dejarás así. Para nunca cerrarlos. Para poder observarlo todo.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Booktag #1: El cuerpo humano.

¡Hola, hola, hola! Pues hoy os traigo el primer book tag del blog. Se llama ''el cuerpo humano'' y lo he visto en bastantes sitios distintos, de modo que me he decidido a hacerlo yo también ;). Os dejo con mis preguntas y respuestas...

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1.-OJOS: Un libro que te enamoraste a primera vista

Por supuesto ese sería Incarceron, de Catherine Fisher. Por algún motivo que todavía estoy por descubrir me encantan las llaves *-*











2. BOCA: Un libro del cual todos hablen.

¡Bajo la misma estrella! Esto no es nada nuevo, pero sobre todo desde que salió la película en Julio, la gente no para de hablar de él. No es la primera vez que me encuentro frases del libro en twitter o alguna otra red social. Aunque a decir verdad, últimamente todas las novelas de John Green parecen estar hasta en la sopa.








3. PULMONES: Un libro que consideres "vital" en tu vida.

Sin duda alguna La Historia Interminable, de Michael Ende. Me lo leí con más o menos diez años pero creo que sigue siendo mi libro favorito hasta la fecha. Le guardo un gran cariño porque gracias a él surgió mi amor por la fantasía y los libros en general.









4. ESTOMAGO: Un libro que te "devoraste".

El primero que se me viene a la cabeza es Triada, la segunda parte de la trilogía de Memorias de Idhún. Lo empecé un sábado de verano después de desayunar y me lo terminé a las dos de la mañana del mismo día, solo parando para comer.










5. HÍGADO: Un libro gordo.

The Host, de Stephenie Meyer. No es mi libro con más páginas pero, por la manera en la que está editado, es el que más espacio ocupa en la estantería.










6. APÉNDICE: Un libro que no te gusto, ni te disgusto. Fue un sentimiento neutro.

Todos los libros que leo me gustan o me disgustan aunque sea un poco. Pero creo que el que más se acerca a ese estado ''neutro'' es Hush-Hush de Becca Fitzpatrick. Cuando me lo leí no me llamó para nada la atención y la única palabra que podría usar para describirlo sería ''meh''.









7. CORAZÓN: Un libro romántico.

Más que romántico, yo diría que es el libro más puke rainbows que he leído empalagoso. Si tuviera que compararlo  con una comida sería una tarta. Una tarta de boda. De ocho pisos. Rellena de mermelada de fresa y recubierta de chocolate. Con una capa de azúcar glas. Y con nata, gominolas y virutas de colores para rematarlo.








8. CEREBRO: Un libro muy reflexivo y realista.

No es realista ni reflexivo... Pero por alguna razón el final me hizo reflexionar.












 9. CABELLO: Un libro Superficial

Me voy a quedar con El Lado Explosivo de Jude, de Nicole Williams. Puede que sea una falsa impresión mía pero tanto la historia como la protagonista de este libro me han caído igual de superficiales y sinsustancia.










10. UÑAS: Un libro que cuidas como oro.

Mis libros son como mis bebés y los cuido a todos, pero suelo tener mucho más cuidado con los que son de bolsillo. No sé por qué, será porque al ser más pequeños o de tapa blanda me da la impresión de que pueden estropearse más fácilmente...


Bueno, y hasta aquí el tag. No voy a nominar a nadie a hacerlo, por el contrario todos sois libres de responder a las preguntas. ¿Qué os parecen mis respuestas? ¿Coincidís en algo conmigo? ¿Cómo serían las vuestras?

viernes, 12 de diciembre de 2014

La chica de los zapatos amarillos

¡Hola, gente! ¿Qué tal? Hoy me paso por aquí para traeros un relato que no es ni mucho menos nuevo. Es más, lo escribí hace casi dos años para un trabajo de plástica y tras darle muchas vueltas acabó quedando así. Creo que fue uno de los primeros relatos cortos que escribí así que le tengo mucho cariño a la idea y a los personajes. Os dejo leyendo, espero que os guste :3

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LA CHICA DE LOS ZAPATOS AMARILLOS

''La persona adecuada en el momento adecuado''




Siempre me habían gustado los días grises y lluviosos como aquel. Aunque suene extraño, solía concentrarme en ellos mejor que cuando hacía sol. Y en esos momentos, la inspiración era lo que más anhelaba y necesitaba. Por eso aquella mañana de primeros de diciembre, aun lloviendo a cántaros, había recogido mi cámara de fotos y un paraguas y me había ido caminando sin rumbo por las calles del barrio en busca de la foto perfecta. Esa que llevaba tanto tiempo buscando y que estaba seguro de que tenía que estar en alguna parte de la inmensa ciudad que era Nueva York. Perdido en mis pensamientos como estaba, no me percaté de que mis propios pasos me habían llevado hasta la orilla del East River, casi helado por las bajas temperaturas invernales. Seguí el curso del río durante un rato, hasta que las copas de los árboles del parque comenzaron a divisarse en el horizonte.

Al ser un lunes por la mañana, eran pocas las personas que se molestaban en pasear por allí, refugiadas entre sus abrigos y bufandas. Solo se oía el golpeteo de la intensa lluvia al caer y el lejano ruido sordo del motor de los coches sobre el asfalto. Recorrí con la mirada cada centímetro del paseo, observando los árboles como si esperara que fuesen ellos los que me dieran la solución que estaba buscando desde hace tanto tiempo. Aunque en el fondo sabía que no sería así. Me quedé plantado en mitad del camino durante unos segundos mientras el agua caía a mí alrededor. Pensando, con expresión neutra. Finalmente suspiré y me abroché el último de los botones de la gabardina, en un vano intento por ahuyentar el frío. Quizá debería irme de allí. A lo mejor un café me vendría bien.

Me encaminé de nuevo hacia la salida del parque, dispuesto a poner rumbo a la cafetería más cercana. Pero entonces lo escuché. Ese sonido que se alzaba por encima del repiqueteo de la lluvia y el zumbido de los automóviles. Una risa alegre y llena de vida. Giré lentamente sobre mi mismo con cierta curiosidad, para descubrir quien era el causante de aquel escándalo. Y entonces, entonces te vi. Bueno, de hecho el resto del mundo que caminaba en esos momentos por el paseo también te observaba de reojo al pasar. Corrías. Riéndote y bailando bajo el chaparrón, con el pelo y el abrigo aguamarina completamente empapados. Pero a ti no te importaba, ni mucho menos. El paraguas que llevabas en tu mano derecha estaba cerrado. El pelo, casi de un color negro, te llegaba hasta casi la mitad de la espalda en despeinados y húmedos bucles, contenidos bajo un gorro de lana gris. Tenías tantas pecas en la cara que pude advertirlas perfectamente desde la distancia a la que me encontraba de ti, y tus ojos eran de algún color indefinido entre el verde y el marrón. La chaqueta que llevabas te quedaba grande y tus zapatos eran de un amarillo casi fluorescente que en otro contexto hubiese hecho daño a la vista. Pero no aquí. A ti te quedaban bien de una manera inusual, al igual que el abrigo grande y el pelo mojado. Los ojos reprobadores de los transeúntes se clavaban en ti por docenas, pero la mirada que yo te dirigía era completamente distinta a todas aquellas. A mí me habías parecido especial. Despierta en un mundo de gente dormida. Parecías cómoda, feliz. Y por alguna razón, eso me hizo sonreír también a mí.

Mi madre solía decirme que las cosas más bellas de la vida se encontraban en los hechos cotidianos. En las formas que dibuja la espuma del café sobre la superficie de la taza, en las nubes, en los discos de vinilo antiguos o en el incansable tic-tac de un reloj. Decía que estaban ahí, flotando delante de nosotros, que solo había que tener la paciencia para encontrarlas y agudizar la vista lo suficiente como para ser capaz de identificarlas. Cuando era pequeño no alcancé a comprender del todo a lo que ella se refería. Pero puedo jurar que en ese preciso instante, bajo la lluvia del Upper East Side, tuve la total certeza de que había encontrado una de esas cosas. Y supe que la solución eras tú.

Sin pensarlo mucho, ajusté el objetivo de la cámara y lo coloqué delante de mí para disparar una última fotografía. El flash se disparó perdiéndose en la lluvia y tú ni tan siquiera fuiste consciente de ello. Sonreí de nuevo y después de tomarme unos segundos más para observarte, me fui directamente a casa, olvidando por completo el café que tenía pensado tomarme. Corrí directamente hacia el ordenador y lo encendí. Conecté la cámara de fotos para pasar la última imagen de la memoria. A los pocos segundos, tu foto apareció en la pantalla. No pude evitar pensar que era una fotografía realmente buena. En parte porque había sido tomada en el lugar y momento justo, y en parte porque tú eras preciosa. Era el tipo de foto que me gustaría imprimir en blanco y negro, así que decidí que eso haría. La edité y garabateé la dirección del concurso de fotografía en un sobre en blanco. Cuando la impresora dejó de trabajar, recuperé el papel de la fotografía y tras mirarla por última vez con cariño, la doblé por la mitad y la guardé en el sobre, junto con un impreso de datos. Más tarde iría a depositarla al buzón de correos.

Habían pasado diez días desde que te había visto en el parque. Ya había dejado de llover, pero el cielo aún conservaba ese tono entre el blanco y el gris, característico de cuando las nubes están demasiado altas. La mañana del quince de diciembre me desperté algo más temprano que de costumbre para asistir a la entrega de premios  del concurso de fotografía. No en vano, ganar aquel concurso podría darme el empujón que necesitaba para sacar a delante mi carrera artística. Salí de mi casa con media hora de antelación y aun así cuando llegué a la galería, esta ya estaba llena de gente. Debía de haberse presentado más gente de la que había previsto.

Me senté en la silla que había sido reservada para mí con antelación en la zona de los participantes y me limité a esperar a que la ceremonia comenzara, mientras mis nervios crecían por momentos. Cuando por fin dieron las diez de la mañana, la sala estaba tan abarrotada que nadie más hubiese cabido allí, ni siquiera de pie.

Un hombre cuyo nombre desconocía subió al escenario junto con la ganadora del año pasado y  comenzó a hablar. No presté mucha atención a lo que decía. En lugar de eso me dediqué a observar el gran cuadrado cubierto por una tela verde botella que descansaba detrás de él, sostenido por un gran caballete de madera. Me pregunté qué fotografía de todas las que habían sido presentadas se encontraría allí. Cuando el hombre  terminó su discurso, le cedió la palabra a la anterior ganadora para que anunciara el nombre del vencedor.

La tela oscura cayó rápidamente al suelo, destapando una única imagen. No me molesté en escuchar el nombre del ganador, porque que era muy poco probable que alguien más tuviese una foto como aquella. Sonreí y me levanté, mientras una salva de aplausos inundaba la habitación. Lo había conseguido, gracias a ti. El premio sería publicar mi primer álbum de fotos, con la tuya como portada. Mi colección se expondría días más tarde en la galería de arte más prestigiosa de Nueva York.

El día de la presentación del álbum y la colección, más gente de la que hubiese podido contar había aparecido a lo largo del día para ver las obras. La sala de exposiciones de la galería tenía las paredes de color blanco y los suelos de mármol. Puñados de focos alógenos iluminaban a la gente y a las fotografías colgadas a intervalos regulares Mis fotografías. Y en la pared del fondo, tres veces más grande que las demás, estaba la tuya. Me acerqué de nuevo a ella para contemplarla minuciosamente. Otra vez me sorprendí de lo bien que quedaba plasmada en la pared. Tan nítida que parecía real. Como si de nuevo fuese primeros de diciembre y lloviese otra vez. Como si en lugar de un cuadro se tratase  una ventana gigante a través de la cual estaba el parque, y tú con tus zapatos amarillos, bailando bajo la lluvia de nuevo. Sonreí con pesar, siendo consciente de lo mucho que habías hecho por mí sin darte cuenta y que probablemente nunca podría agradecerte lo suficiente. Entonces, en un instante de aturdimiento, me pregunté si algún día podría volver a verte. Probablemente no, porque Nueva York era una ciudad demasiado grande como para encontrarse dos veces con la misma persona y seguramente sería demasiada casualidad. Y por algún motivo, ese pensamiento me arrancó una mueca resignada. Pero yo quería, o más bien necesitaba, volver a verte. Y aún me seguía preguntando como era posible que echara en falta a alguien a quien nunca había conocido.

Cuando horas más tarde salí a la calle las últimas gotas de luz solar del día terminaban de evaporarse y la acera estaba únicamente iluminada por un par de farolas solitarias. A pesar de que era pleno invierno y la gente llevaba botas y guantes, yo no sentía el frío ni el viento. Me metí las manos en los bolsillos y bajé las escaleras de la galería, dispuesto a dirigirme a casa. Pero al parecer el universo tenía otros planes para mí esa noche. Escuché una voz a mis espaldas y me giré instantáneamente. Eras tú quien estaba apostada en el escalón más alto de la sala de exposiciones, sujetando mi álbum de fotos con ambas manos. Es una foto muy buena, me habías dicho. Al principio yo estaba demasiado sorprendido como para decir nada, así que me limité a mirarte. Llevabas tu gorro de lana gris y tus zapatos amarillos. No parecías enfadada por el hecho de que un chico desconocido te hubiese sacado una foto sin pedir permiso. Por el contrario, parecías contenta.

Esa noche los dos caminamos juntos por las calles de Nueva York. Y aunque quisiera, ahora mismo no podría recordar por donde pasamos, ni cuanto tiempo estuvimos caminando, ni hacia donde. Tú me dijiste tu nombre y yo te dije el mío mientras atravesábamos Central Park. Y después de eso hablamos de muchas cosas. Me dijiste que eras de Francia, y que habías venido a Nueva York para perseguir tus metas. Me contaste que eras escritora, o bueno, que algún día lo serías. Y yo escuché cada palabra tuya con interés. Al final de la noche, cuando nos detuvimos delante del portal de mi casa, sacaste una libreta de apuntes de tu bolso y me escribiste tu número en una de las hojas a tinta verde.

Aquél fue el comienzo de lo que sería en el futuro una gran amistad. Durante los siguientes días y meses, nos vimos prácticamente a diario. Me acompañabas a todos los eventos de fotografía, y yo leía tus libros. Corríamos bajo la lluvia como si no existiera el mañana. Tomábamos cafés juntos y quedábamos cada tarde para pasear por el parque. Y yo siempre llevaba mi cámara de fotos, y tú llevabas tus zapatos amarillos. Feliz como estaba en aquellos momentos, no fui consciente de cuando exactamente aquella bonita amistad se convirtió en algo más.

Una noche de febrero estábamos sentados en uno de los bancos del paseo de Central Park. También en aquella ocasión llevabas aquellos zapatos amarillos, que parecían brillar en la casi oscuridad. Siempre había tenido curiosidad pero nunca te había preguntado a cerca de ellos. ¿Por qué siempre los llevabas? ¿Y por qué precisamente eran amarillos? Aquella noche te lo pregunté, y tú sonreíste. Me explicaste que tu madre siempre había tenido la creencia de que las prendas amarillas atraían al tipo de gente que a uno le gustaba. Después de una pausa de varios segundos, me miraste y añadiste que ahora sabías que era cierto. Y fue precisamente aquella noche cuando nos dimos nuestro primer beso. Aunque en el fondo, los dos sabíamos que nuestra amistad había cambiado hacía ya tiempo.

Pero aquello, como todo en la vida, tuvo un final. Y un día tuviste que irte. Te habían concedido una beca en la Universidad de París y tenías que regresar allí cuanto antes. Un martes de abril te acompañé hasta la terminal del aeropuerto y te abracé justo antes de que desaparecieras por la puerta de embarque. Te dije que te echaría de menos y te deseé suerte con una sonrisa. Y tú caminaste hacia la pasarela. Te detuviste entre la gente varios metros antes de llegar a ella, para mirarme por última vez, y me prometiste que si algún día conseguías convertirte en escritora, escribirías sobre mí. El avión despegó perdiéndose en el cielo, y después de ese día nunca más volví a verte.

Por el contrario diciembre volvió a llegar puntual al año siguiente, trayendo de vuelta consigo los intermitentes días grises de lluvia intermitente que a mí tanto me gustaban. Cogí mi cámara de fotos y me la colgué al cuello antes de salir de casa. Deambulé sin rumbo durante lo que pudieron ser horas, simplemente trazando una ruta indefinida a través de las calles neoyorquinas y disfrutando de la tranquilidad que precedía a la lluvia de finales de otoño. Iba a doblar la esquina de la calle 67 cuando algo llamó irremediablemente mi atención desde el escaparate de una tienda. Era una pequeña librería en la que nunca me había fijado demasiado. Pero a partir de ese día lo haría. Al otro lado del cristal había una estantería llena de toda clase de libros, pero hubo uno en particular atrajo mi mirada. Estaba colocado en la balda más alta, y era de un color amarillo casi fluorescente que en otro contexto hubiese hecho daño a la vista. Me acerqué con curiosidad para poder leer el título, justo cuando las primeras gotas de lluvia se estampaban contra el suelo.

El fotógrafo, por la Chica de los Zapatos Amarillos.

Observé el volumen como un idiota durante más tiempo del que me gustaría admitir. La lluvia había empezado a caer con más intensidad, pero yo ni siquiera me molesté en abrir el paraguas para protegerme de ella. Así que solo me quedé plantado delante del escaparate de la librería, con el pelo flequillo pegado a la frente por la humedad. Y despacio, como si se tratara de un sueño, sonreí.

martes, 9 de diciembre de 2014

¡Premios guiño de blogger!


Pues imaginaros cual ha sido mi sorpresa al entrar esta noche en blogger y encontrarme con que las chicas de La Cuchu Librería me habían nominado a un premio en su blog. ¡Muchísimas gracias! ^^ ^^

Bueno, ¡vamos a ello!


Bases

Copia y pega las normas, agradeciéndoselo a quien te ha nominado.
Responde las 5 preguntas que te han planteado.
Crea 5 preguntas nuevas para tus nominados.
Dar el premio a 5 blogs y dejarles un comentario avisándoles. 

Mis respuestas:

1. Si pudieras ser cualquier personaje (real o ficticio), quién serías y por qué?



Está claro que yo he nacido para vivir en el universo de Harry Potter xd. Diría Hermione, pero lo cierto es que nunca ha llegado a caerme del todo bien, así que me quedo con Ginny, que a demás de ser maga es pelirroja :3.


2. Si te fueras a una isla desierta para siempre, ¿qué libros te llevarías? (máximo 3, ya que tienes que llevar más cosas en la maleta, y no hay electricidad, no puedes cargar el ebook, que sé que lo estabais pensando)


Bueeeeeeno, no estaba pensando lo del ebook porque no tengo ebook :c  Pues, qué pregunta más difícil O.O Pues supongo que me llevaría el primer libro de la trilogía Memorias de Idhún (porque es de los pocos que nunca me canso de releer), el Señor de los Anillos (que no lo he leído pero con lo largo que es me daría para entretenerme un bueeen rato) y por último, y suponiendo que todo eso que tengo que llevar en la maleta no incluye más libros, me llevaría una guía de supervivencia. 

3. Libro y autor favorito


 Casi desde que puedo recordar, mi libro favorito ha sido la Historia Interminable de Michael Ende. Pero supongo que si tuviera que elegir un autor favorito, sería sin duda Laura Gallego.

4. ¿Escribes fanfics?



No, la verdad es que no. Una vez hace años empecé a escribir uno de los Juegos del Hambre, pero creo que nunca llegué a  terminarlo >.<   Me gusta mucho más crear mis propias historias.

5. ¿Si solo te quedara un día de vida que harías?


 Puuuuuuuuuuuuuuuuuuf... Pues supongo que ese filtro tan necesario que todos tenemos entre lo que decimos y lo que pensamos se evaporaría, y le diría a todo el mundo demasiado sinceramente lo que pienso de él. A parte de eso me atiborraría a base de chocolate, me tiraría en paracaídas, me bañaría en el mar con ropa, secuestraría a Logan Lerman... Y bueno, alguna que otra cosa vergonzosa que en circunstancias normales ni siquiera se me pasaría por la cabeza xD.

Mis preguntas:
1.-
¿Cómo elegiste el nombre de tu blog?
2.- Si tuvieses que vivir en un mundo literario ¿cual sería?
3.- ¿Qué libro fuiste incapaz de terminar o te costó mucho?
4.- ¿Quien es tu personaje favorito y por qué?
5.- ¿Te consideras ''friki'' de algún libro o saga?

Nominados


lunes, 8 de diciembre de 2014

Reseña: El Nombre del Viento


Título original: The name of the wind

Autor: Patrick Rothfuss

Género: Fantasía

Número de páginas: 880

Editorial: Debolsillo

Categoría: Primera parte de la trilogía ''Crónicas del asesino de reyes''

Sinopsis: ''Viajé, amé, perdí, confié y me traicionaron''

He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos.

Me llamo Kvothe. Quizás hayas oído hablar de mí



MI OPINIÓN


He escuchado hablar de este libro a tantas personas y en tantos sitios diferentes que ya ni me acuerdo de cuando escuché su nombre por primera vez. Probablemente fue hace dos años, cuando se lo regalaron a una amiga mía por navidades.

Soy una gran fan del género fantástico pero la verdad es que, curiosamente, nunca me había llamado especialmente la atención este libro. Puede que fuera porque nunca me había molestado en leer la sinopsis, o a lo mejor me daba algo de flojera leerlo por lo largo que es (tiene casi novecientas páginas) Pero al final, hace cosa de dos meses, vi la edición de bolsillo en una tienda y mi alter ego adicto a comprar libros pensó Why not? De modo que sí, decidí darle una oportunidad y me lo leí. Y bien, la pregunta del millón:

¿Merece la pena tragarse las casi novecientas páginas que tiene este libro? Pues...

¡POR SUPUESTO QUE MERECE LA PENA! Y quien diga lo contrario miente tststs.

Normalmente lo que me ocurre con los libros que me encantan es que no puedo dejar de leer hasta terminarlos. Pues bueno, con El Nombre del Viento me pasó justo lo contrario: Cada dos capítulos me veía obligada a cerrar el libro y a ''racionarlo'', porque... ¡no quería que se acabara! Y cabe decir que en cuanto lo terminé, arrastré a mi padre hasta el centro comercial más cercano para poder comprarme el segundo.

Creo que Patrick Rothfuss es uno de los pocos escritores de la literatura juvenil del que destaca por tener una prosa preciosa. Muchos autores son capaces de contarnos una historia muy entretenida, pero no son tantos los que consiguen contártela con tal facilidad, de una forma tan redonda, y tan bonita, y tan todo. Es complicado y él, sin duda, lo consigue.

Dejando a un lado esto, me he quedado alucinada con el mundo en el que nos sumerge el autor. Y es que sí, El Nombre del Viento parte con ventaja porque tiene algo que me pierde ver al principio de los libros: El mapa. Sí, el típico mapa de la primera página en el que nos enseñan todas las ciudades, ríos, y bosques... Del mundo en el que se va a desarrollar la historia. ¡Pero ojo! Patrick Rothfuss no solo nos cuenta una historia genial en un mundo de su propia creación. A demás de eso, el tío se ha inventado países, monedas, idiomas, leyendas e incluso días de la semana diferentes. Y eso es algo que me ha encantado porque consigue darle mucha dimensión a la trama.

Me ha dado la impresión de que los personajes también son muy buenos: Conocemos a Kvothe, el principal, cuando no es más que un niño. Y creo que es por eso por lo que se le coge tanto cariño al personaje (bueno, por eso y porque es pelirrojo jejejeje) A pesar de haber tenido una vida bastante complicada, él parece tener siempre un truco para salvar la situación y un comentario ingenioso para todo el mundo. Me parece el perfecto personaje principal aunque a veces es, de hecho, demasiado perfecto. Una de las cosas que más me ha llamado la atención es la relación entre él y Denna, que es el personaje principal femenino. Debe de ser de las pocas parejas de la literatura juvenil que he conseguido creerme de verdad.

A parte de él,  los personajes secundarios también dan mucho de sí. Sufrí con ellos, me alegré por ellos y en más de una ocasión, quise darle una bofetada a alguno para que espabilase. Ha habido personajes de los que me enamoré y ha habido personajes a los que odié, pero os aseguro que ninguno de ellos me dejó indiferente.

 Así que, de verdad, si os gusta aunque sea minimamente el género fantástico creo que este es un libro que todo el mundo debería leer. Se ha convertido en uno de mis favoritos y os garantizo que no os arrepentiréis en absoluto de darle una oportunidad. Cualquier persona que conviva a un radio de medio kilómetro de mí sabrá perfectamente que jamás me canso de recomendarlo ;)


A este libro le doy nueve estrellas y tres cuartos sobre diez, porque como siempre dice mi madre, la perfección es inalcanzable.